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Domingo 3 de Junio de 2012 19:33

¡Para Campazzo, la Selección!

Fue quizás la figura individual más rutilante dentro de un equipo fantástico. Apenas tiene 21 años, pero ya es tricampeón y Jugador Más Valioso de las finales.

El dueño del MVP llegó cordial, simpático y humilde como siempre. Eso sí, sin trofeo alusivo a su condición de Más Valioso, es cierto (¡AdC, teléfono!). Ha madurado, ¡qué duda cabe! Como persona y como jugador. Pero, aún tricampeón, famoso y perseguido, conserva su esencia de cordobés adaptado a su nuevo status de marplatense. Firmó autógrafos en la redacción de LA CAPITAL y se sacó fotos con todos. Pero antes, habló de todo, en una nota para no dejar de leer y conocer mejor a una estrella en ciernes:

- ¿Cómo fueron tus comienzos y cómo llega Peñarol a tu vida?

- Yo jugaba en Municipal, de Córdoba, empecé a los 5 años. Hice todo el minibásquet hasta los 13 ó 14 y después me fui a Unión Eléctrica. En una Liga Junior nos tocó venir a Mar del Plata para jugar contra Peñarol, otro equipo de Córdoba y Ben Hur de Rafaela. Ahí me vieron pero no pasó nada, y al año siguiente me vine a probar, a un entrenamiento con Osvaldo Echevarría y él decidió que me quedara.

- ¿Tenías 16 años?

- No, tenía 15. Pero me volví a Córdoba, pasé mi cumpleaños allá, y cuando regresé a Mar del Plata ya tenía 16.

- Al margen de los afectos y la familia que quedaron en Córdoba, ¿ya te sentís un marplatense más?

- Apenas llegué me adoptaron rápido. Me cobijaron, no era fácil para mí, era muy chico, dejaba la familia, los amigos, el club de barrio. Al principio me costó, pero me adapté rápido. La familia de Peñarol me hizo sentir como en casa. No me puedo quejar y cada día la gente me brinda más cariño. Y no puedo olvidarme de todo lo que hicieron por mí Stella Maris, Miguel Belza, Daniel Sirochinsky, Osvaldo Echevarría y Domingo Giorgetti. Fueron mi madre y mis tíos, me ayudaron a crecer.

- ¿Tu familia puso algo de resistencia para que vinieras siendo tan chico?

- No, aunque sí mi mamá tenía el miedo lógico de dejarme ir tan chico, pero siempre me apoyó y nunca me negó nada mientras yo fuera feliz con lo que hacía.

- ¿Pensabas que con ese sacrificio ibas a avanzar más rápido que en Córdoba?

- Yo creía eso en ese momento porque Atenas siempre tiene grandes jugadores, por ahí no tenés lugar y era el único club de Liga en toda la provincia. Acá me encontré con una competencia súper difícil y desde el primer momento hasta que llegué a la Liga, entrenaba con Osvaldo en doble o triple turno. Eso fue clave, porque él es un entrenador muy detallista y estaba todo el tiempo corrigiéndome.

- No te equivocaste en absoluto al elegir este camino...

- Y, si no lo hacía, no hubiera vivido todo lo que viví en estos años. Estoy totalmente agradecido.

- Se ha hablado mucho de las condiciones basquetbolísticas del plantel, pero sobre todo, de la calidad del grupo. ¿Es realmente así?

- Sí, ni hablar. Más allá de los buenos jugadores que hay en el plantel, hace tres años que venimos viéndonos la cara la mayoría y los que se incorporaron a último momento se adaptaron muy rápido, porque el grupo también se los facilitó. Si a eso le sumamos un gran entrenador como Sergio (Hernández), un cuerpo técnico muy capacitado y nuestros motores que son Leo (Gutiérrez) y Martín (Leiva), todo eso contribuye a la química que logramos tanto dentro como fuera de la cancha.

- Suele ser complicado formar un grupo compacto cuando hay tanta diferencia de edad entre los jugadores. Y en Peñarol justamente pasa eso, pero lo han sabido llevar...

- Todos necesitamos de todos. Es raro que la mitad tenga de 30 años para arriba y la otra mitad, de 25 para abajo. Pero nos sentimos todos iguales, nos apoyamos y eso es clave. Los más chicos necesitamos de lo más grandes y creo que los más grandes también necesitan de nosotros. Creo que dentro de la cancha se refleja lo unido que está el grupo.

- ¿Cómo reaccionaste cuando te dijeron que Tato Rodríguez no iba a poder jugar e ibas a tener que asumir la responsabilidad de conducir al equipo?

- Fue muy duro. Más allá del Tato basquetbolista o deportista, por la persona. Yo personalmente lo considero un amigo y me dolió muchísimo que se haya tenido que retirar por un problema en el corazón. En ese momento nos pegó muy fuerte y no sabíamos qué hacer. Había sido nuestro base y capitán y junto con Leo y Martín, nuestros líderes. Eso nos hizo más fuertes y así pudimos dar vuelta la página aunque obviamente lo extrañamos mucho porque no era el mismo juego con él que sin él. Pudimos olvidarnos un poco cuando estábamos adentro de la cancha, e hicimos una gran temporada. Pero él siempre estuvo muy cerca, apoyó y ayudó muchísimo.

- Y en lo personal ¿cómo lo tomaste?

- Me sorprendió porque fue todo muy repentino. De un día para el otro tuve que pasar de venir desde el banco como revulsivo a ser titular. Ahí mi reconocimiento para Tato, porque no es nada fácil llevar un equipo con tantos jugadores temperamentales y con carácter. Y lo hizo bastante bien ¿no? Porque de la mano de él conseguimos dos títulos.

- ¿Te aconsejó o te sugirió cosas?

- El me ayudó mucho con mi estilo de juego. Por ahí al principio yo trataba de jugar como él, un poco más lento. Y tanto él como Leo o Sergio (Hernández) y el resto de mis compañeros, me remarcaron que no tenía que perder mi identidad. Que si jugaba rápido, tenía que seguir así, porque era la forma en que había traído hasta acá. Tenía que marcar mi propio estilo. No fue fácil, pero mis compañeros me lo hicieron más llevadero.

- Pasar de revulsivo a conductor más cerebral requiere un período de adaptación. ¿Notaste una evolución en tu juego?

- Fue raro, porque venía de entrar para defender en toda la cancha y correr, a tener que pensar un poco más con la cabeza que con las piernas. No fue fácil. Creo que lo voy mejorando partido tras partido, entrenamiento tras entrenamiento, gracias a mis compañeros y el entrenador. Es un proceso que no se puede apurar de un día para otro.

- ¿Cuál es el secreto de este Peñarol campeón de todo? ¿Hay un secreto?

- (Se ríe) Creo que el secreto se llama Leo Gutiérrez. Salió campeón en los últimos cuatro años. Eso habla muy bien de la mentalidad que tiene. Lo miramos mucho. El y Martín tienen mucho que ver y ni hablar Sergio. Es fundamental para levantar al equipo en los momentos malos, nos motiva. Es el mejor entrenador de Argentina. Pero no hay fórmula secreta. Es una suma de cosas que justo coincidieron en un mismo equipo.

- ¿Cuál fue el momento más complicado de la temporada?

- ¡Uff! Hubo varios. Al principio, con lo que le pasó a Tato. Después se lesionó Marcos (Mata) y se perdió los Juegos Panamericanos. Ahí estábamos bajoneados. Después se lesionó Kyle (Lamonte)...

- Muchos problemas a los que no estaban acostumbrados...

- Exacto, pensábamos que era todo color de rosa, pero las lesiones forman parte del deporte. No estaban en nuestro libreto pero pasaron. Fueron piedras que aparecieron en el camino, supimos estar siempre unidos y eso nos sirvió mucho de motivación para seguir en busca de los objetivos.

- Por todos esos condicionantes y por la calidad del rival en la final, ¿éste fue el título más difícil de los tres?

- Fue el más complicado por eso, porque los rivales ya nos conocían al usar las mismas ofensivas que hace tres años, individualmente nos tienen más estudiados. Ganar una Liga no es fácil y mucho menos ganar tres seguidas. Lo conseguimos con mucha transpiración, muchas lágrimas. Ahora que se calmó un poco la adrenalina de tanto festejo, pensamos que fue uno de los años más duros que tuvimos.

- ¿Si ya los conocen tanto van a tener que cambiar algo?

- No necesariamente. A veces sirve perfeccionar, pulir lo que ya tenés bien aceitado y funciona bien, con alguna variante para sorprender y no hacer siempre lo mismo.

- ¿En qué momento te diste cuenta de que los rivales empezaron a mirarte con otro respeto, a tenerte más en cuenta?

- No sé, supongo que se fue dando partido a partido, con la confianza que me dieron mis compañeros, al tomar tiros y poder meterlos. Antes me pasaban por atrás de las cortinas para que tirara triples y ahora me empezaron a seguir. Todo eso es debido a que Leo, Marcos o Martín atraen tanta atención en ataque y en defensa, que los más malos jugamos sin presión, más tranquilos.

- Te perfilabas como MVP de la final y lo fuiste. Te pedían para la selección y fuiste convocado. Vos tratás de minimizar esas cosas, pero te pasan. ¿Qué pensás realmente?

- Escucho eso y estoy súper contento por el grito de la gente. Creo que si estoy en la preselección ahora fue porque la gente insistió mucho con “¡para Campazzo, la selección!” (se ríe con ganas). Eso me indica que estoy haciendo las cosas bien pero soy totalmente consciente de que nada de esto me pasaría sin mis compañeros, mi familia y mis amigos. Si estuviera solo...

- No depende exclusivamente de vos pero ¿cómo te ves para ganarte un lugar en el Sudamericano?

- Y, está difícil. Hay otros tres grandes bases con mucho nivel. Cualquiera de los cuatro podemos estar. Va a ser una linda competencia.

- ¿Pensás que van a ser dos ó tres bases?

- No lo sé. No conozco mucho como piensa el “Ché” (Néstor García), pero sí que van a ser unos entrenamientos excelentes. Nicolás Laprovíttola terminó una temporada excelente. Se lesionó el base titular (Juan Pablo Cantero) y él comandó a Lanús, al Lobito (Juan Manuel Fernández) todos lo conocen y Juan Pablo Figueroa es otro gran jugador, con fogueo internacional.

- Tenés todavía un vínculo con Peñarol pero se dice que tus agentes están buscando la posibilidad de ubicarte en el exterior. ¿Qué pensás y cuál es tu intención?

- Tengo dos temporadas más con Peñarol. Sueño y me gustaría hacer una experiencia en otro lado, tal vez Europa, pero todavía no está dentro de mis planes. Quiero cumplir mi contrato en Peñarol y hacer lo mejor posible, porque si me quedo y no hago las cosas bien, no me va a servir de nada. Quiero disfrutar quedarme acá, porque me siento como en mi casa y mejor no puedo estar.

Lo bueno (también) viene en frasco chico

- ¿En cada partido mandás un mensaje para aquellos que dicen que la altura puede ser un condicionante para el nivel internacional?

- (Se ríe) Hay que dar ese mensaje. Me han dicho muchas veces que soy bastante bajo para jugar al básquet. Creo que adentro de la cancha trato de disimularlo y que no se note la diferencia de altura, corriendo rápido, defendiendo duro, jugando fuerte o yendo a buscar un rebote por sorpresa. Hay muchos bases de escasa talla que juegan muy bien y lo han demostrado. Los enanos tienen que luchar.

-¿Está inflado ese 1,79 metros que dice tu ficha?

- (Pone cara de inocente) Está ahí, arañando... Entre 1,78 y 1,79.

-¿Depende de las zapatillas que te pongas?

- Sí, depende de eso. Ni yo sé.

- El año pasado te habían fichado para jugar al fútbol en el torneo local con Peñarol. ¿Qué pasó?

- Era una locura. A mí me gusta jugar al fútbol y cuando era más chico jugaba a las dos cosas, hasta que un día me familia me dijo “el básquet o el fútbol” y me decidí. Había visto jugar un par de veces al equipo local y me había enganchado. Entonces el dirigente Alejandro Amoedo y el entrenador de la primera (Juan Carlos Eíto) me hicieron la ficha y me federaron, pero todo quedó ahí.

- ¿Ni siquiera fuiste a entrenar una vez?

- No, no, pero no fui porque le empezó a entrar un poco de miedo a Domingo (Robles).

- Me dijeron que jugás bastante bien...

- Me defiendo. Corro para todos los lados. Vendría a ser un lateral derecho que usa las piernas. Voy y vuelvo todo el tiempo.

- De chico, una vez que optaste por el básquet, ¿te veías como jugador profesional?

- No, no. Siempre iba a ver a Atenas y pensaba que me gustaba estar ahí, adentro, como jugador, trabajar de eso. Pero nunca creí que me fuera a pasar. Cuando vine a Mar del Plata era para jugar en cadetes y juveniles, no en la Liga. Se dio todo muy rápido. Sólo no estuve con la Liga en mi primer año en el club, en la última temporada del “Negro” (Carlos) Romano. No me pongo a pensar demasiado y por ahí no me doy cuenta de las cosas.

- ¿Es parte de la inconsciencia que, dicen, te caracteriza?

- Creo que me ayudó mucho la inconsciencia. Sergio y mis compañeros me lo dicen bastante.

- ¿Fuera del básquet y del fútbol tenés otro deporte que te atrae?

- No, no mucho. Trato de ver los partidos de Chacarita (es hincha de ese club) al fútbol, y algo de básquet, pero no mucho. Estoy bastante en mi casa, me gusta dormir la siesta y estar sentado frente a la computadora o jugando a la Play station.

- Estás en una edad en la que los pibes salen mucho de noche. ¿Cómo lo manejás?

- Salgo cuando se puede. Me gusta, obvio, pero hay que ser profesional en muchos aspectos y ese es uno de ellos. Las noches antes de los partidos nunca salgo. Pero cuando tengo tiempo, lo hago, soy una persona normal.

- ¿Los autos te interesan?

- Sí, me gustan. Siempre hablamos mucho de autos con Marcos (Mata), aunque en general a todos los chicos del equipo les gustan los autos. Me encantaría tener un Volvo, me llama mucho la atención. Ahora tengo un Peugeot 207, pero para tener un Volvo me tengo que ganar el Quini 6.

- Tampoco es para quejarse...

- No. Es más, Domingo (Robles) siempre me dice que vine en burro y ahora tengo un 207.

- Precisamente, ¿una definición sobre el presidente que tan lejos ha llevado al club?

- Loco. Es la primera vez que conozco a un presidente tan hincha de su club. Más allá de ser el presidente, es uno más para todo. Está en todos lados. Cuando tuvo el problema en la espalda le dijeron que se tenía que cuidar y él sólo quería ir al club. Ama estar día a día ahí ayudando a Peñarol. Y también me ayudó mucho a mí para que estuviera más relajado acá, me habla mucho antes de los partidos. Estoy muy agradecido. Tiene muy claros sus objetivos y cuando tiene uno en mente, no para hasta conseguirlo.

El superclásico, las canchas, los rivales

- ¿La famosa rivalidad con Quilmes te la hicieron saber apenas llegaste?

- Yo recién había llegado y se armó aquel lío cuando a la salida del club Peñarol les pegaron a los pibes de Quilmes y pensé: “¡Uh! ¡Qué bravo que es esto!”. Obviamente, apenas llegué, Domingo, con sus clásicos dichos me hizo entender que el clásico se gana y la gente también te contagia. Existe la rivalidad desde la escuelita hasta la Liga. Por eso se disfruta más que cualquier otro partido. A mí me encanta jugar los clásicos. Se vive como un play-off o una final. Con más intensidad, más adrenalina. Es una pena que Quilmes haya descendido porque el básquet no va a tener el mejor clásico del país.

-¿Cuál o cuáles son las canchas más difíciles?

- La de Comodoro es muy brava, porque tenés que ir a jugar después de viajar más de 20 horas en micro, y por el estilo de juego de Gimnasia se hace complicado. En esta temporada perdimos ahí por 40 puntos. En su momento, la cancha de Central Entrerriano era brava, muy ruidosa, chiquita. La de Sionista; la de Regatas también es complicada. Hay varias difíciles. La Liga no es fácil, y para ganar un campeonato tenés que ser capaz de ganar en esas canchas. Nosotros ganamos una sola vez en Paraná en el historial con Sionista.

-¿Quién es el base que más te complica enfrentar?

- Pepe (Sánchez) o a veces el paraguayo (Javier) Martínez, aunque no en esta temporada. Pepe usa su físico, su altura, se postea y nos complicó mucho. La serie con Estudiantes de Bahía Blanca fue durísima porque tuvimos que hacer una defensa especial. Pero tenemos algo que no tienen mucho, que se llama Marcos Mata. Está pasando por un nivel extraordinario y además puede defender a cualquiera. Yo no pude con Pepe pero él sí, y también Kyle.

- ¿Fue esa la serie más difícil? ¿Incluso más que la final?

- Sí, fueron todos los play-off muy trabajados. Pero la serie contra Estudiantes nos obligó y nos hizo subir el nivel colectivo.

- ¿A quién mirabas o tenías como espejo?

-Cuando era más chico, miraba mucho a Marcelo Milanesio. Me gustaba mucho. Y algo así como mi ídolo era Facundo Sucatzky, más parecido a mi juego. Milanesio era puro talento.

- ¿Ves la NBA?

- Sí, este año miré un poco más. Pero me gustan mucho más los play-offs. La temporada regular es medio “light”. Ahora se ven los guapos.

- ¿Los estadounidenses son un poco así? ¿Para ellos la fase regular es un trámite?

- Kyle es todo lo contrario. Lo demostró desde el primer año en que llegó. Esta vez no le tocó tener una buena temporada regular, porque tuvo lesiones o porque no tuvo buenos partidos, pero es como un argentino más en el sentido del compromiso hacia el equipo. Se sentía muy responsable al no poder rendir y le dolió mucho no poder estar en los últimos dos partidos de la final. Es para ponerlo en la mesita de luz.

- Qué sentís al ver en acción a la Generación Dorada?

- Orgullo y placer. Me pone la piel de gallina cada vez que juegan. Es un equipo que motiva a todos. Nos empuja a seguir progresando y alimentar nuestros sueños. Son un espejo. Y creo que hay muy buen material para el recambio.